lunes, 6 de agosto de 2012





Entrevista al padre de la sabiduría Tornabene

Por Emiliano Pioli

Se entrevistó a un miembro de la familia Tornabene, quien tiene un amplio conocimiento de la historia de  la familia



-¿De qué lugar provienen los Tornabene?

- Nosotros provenimos de Europa, Italia, Palermo, de una pequeña comunidad llamada Gangi.

- ¿Qué parentezco tiene usted con la familia original extranjera?

- Los que vinieron de Italia fueron mis bisabuelos, Francesco Paolo Tornabene y Anna María D’angelo.

- ¿Qué motivó a la familia a abandonar su país y migrar a América?

- Las motivaciones fueron promovidas por la falta de posibilidades para mejorar, asi fue que recaudaron dinero y se embarcaron hacia aquí, América.

- ¿En qué época ocurrió?

- En el año 1872.

- ¿En qué lugares de América se asentaron los Tornabene?

- Muchos se asentaron en Azul: Ducca, la esposa del tío Francisco Tornabene: Salvadora Ducca ; Sottile, Dómina, Bongiorno, Ciuro, Cataldo Tornabene, mismo nombre y apellido del abuelo , pero nacido el 12/2/1873, 20 años después del abuelo Cataldo ( fallecido el 27/4/1964) , Carmela Blando (apellido de mi abuela María) 5/3/1878-4/7/1967. María Santa Sottile( 1878-1967), Filippo Sottile( 1913-1996). Doménica Scavuzzo Fall, Giuseppa Tornabene (12/6/1981-22/6/1983).

Otros, nos quedamos en Benito Juárez, uno de mis hermanos, Rubén Tornabene y yo. Otros, en Chillar como Saúl Tornabene . Y , en Olavarría, mi hermana Gladys, tu abuela. Hasta allí llega mi conocimiento

- ¿Sabe de la existencia de documentos que corroboren esta información? ¿Cuál o cuáles?

- Sí, precisamente te puedo facilitar una parte de un libro que me dio a conocer una señora oriunda de Sicilia, en mi viaje a Italia allá por el dos mil.

- ¿Qué nos puede ampliar del pueblo originario de la familia?

- Precisamente yo realicé un viaje a Italia, a Gangi, la pequeña comunidad de mis orígenes. De nuestros orígenes. (Corrige)

Era el 30 de Octubre del 2000, curiosamente la víspera de mi cumpleaños. ¡Cómo había deseado que fuese ese mismo día!. Eran las 7:30 hs de la mañana, hora de Roma, con mi esposa Marta Sonia Quiñones, gran promotora de que hallara por fin el origen y la tierra de mis abuelos paternos, (aclara con otro tono de voz) apurábamos el desayuno en el salón del Hotel Cónsul, situado en la Vía Aurelia al 727 de la Ciudad Eterna, en la periferia de esta gran capital; mientras nerviosos esperábamos el taxi que nos llevaría al aeropuerto Fiumicino para volar a Palermo, capital de Sicilia y provincia Siciliana que alberga a Gangi (aclara).

Antes de apurar el último sorbo ya nos avisaban que el taxi estaba allí. Con paso ágil tomamos los bolsos de viaje, livianos para acometer un viaje cuyo retorno estaba programado a tan solo 9 horas después del arribo a Palermo. Las grandes maletas habían quedado a la custodia de Tony, la guía española del tour, quien las llevaría a Niza donde presumiblemente nos reuniríamos un día después. Nos despedimos de nuestros ocasionales compañeros de tour quienes estaban al tanto de la aventura y nos desearon sincera suerte. Abordamos el taxi y, con emociones contenidas y un tanto confusos, casi sin darnos cuenta del real privilegio de vivir esta aventura tan cara a los afectos, tan cara en lo más profundo del corazón, comenzamos a avanzar hacia Fiumicino.

La mañana estaba un tanto gris, la ruta se ofrecía rauda y prolija. Los indicadores con grandes flechas hacia delante rezaban “Aeroporto Fiumicino”, pronto se distinguió la silueta de las grandes naves de edificios típicos de este tipo de instalaciones. Aparcó el taxi, abonamos la frondosa cuenta, nos apenamos e ingresamos al sector de partidas. Buscamos los mostradores de Alitalia y presentamos allí nuestros billetes de vuelo (AZ 1779 con horario de partida a las 9 horas) (aclara). Luego los trámites de rigor, pasamos a esperar al sector de embarque. Hasta que llegaron las 8,55 y saliendo por la “uscita” (salida) a 12, comenzamos a caminar por la manga de embarque e ingresamos al pájaro alado que nos llevaría a la soñada tierra gangitana. Una vez arriba, buscamos los asientos 20 K y 20 L que nos correspondían; me situé a la ventanilla, luego se oyó la monótona voz de la azafata dando las instrucciones de seguridad antes y durante el vuelo, la forma de abrochar los cinturones, etc. Un instante después, comenzó a oírse el aumento del ruido de las turbinas, señal de que íbamos a comenzar a movernos hasta alcanzar el extremo de pista, así lo hizo suave y lentamente, se detuvo un instante, puso a rugir sus turbinas a todo tronar y se largó en desenfrenada carrera, hasta que se notó la ausencia de las vibraciones de los rodamientos de sus ruedas y una sensación extraña en el estómago, algo así como sentir agolparse el aire en la tráquea y la garganta, estábamos subiendo a gran velocidad y en forma oblicua.

Cuando estabilizó la nave, miré por la ventanilla y pude ver la campiña romana, la Romania, con sus distintos matices. De pronto: ¡el mar Tirreno! Luego la monotonía del mar y la distracción de la vista en el interior del avión. Pasó algún tiempo, miré el reloj, ¡Casi las 10! Miré por la ventanilla ansioso, aún se veía mar, mar y mar. Ya no dejé de mirar por la ventanilla ávido de llegar al momento de sobrevolar Palermo o la costa siciliana que sabía piú bella. De pronto: ¡de golpe el extremo de la pista! ¡Dejamos abruptamente el mar para ingresar sobre la pista! Eran las 10:15 horas cuando sentimos el tren de aterrizaje rodar furiosamente sobre el sector del aeropuerto de Palermo.

¡Ah la Sicilia soñada! Bajamos por la escalerilla. Estaba cálido. Subimos a un bus que nos llevó hasta el edificio del aeropuerto. Tomé una foto de mi esposa en la pista con el fondo del avión de Alitalia que nos había traído. Cuando terminamos habían desaparecido todos los viajeros. Ingresamos por una puerta a un sector silencioso. Los letreros anunciaban el sector de baños. Hacia allí fuimos. Mientras yo usaba los sanitarios en el sector que me correspondía, oí el golpe fuerte de una puerta en la antesala de los baños, y estentóreas voces. Cuando salí Marta Sonia me dijo que había estado un guardia con perros, también en el baño de damas, no cruzaron una sola palabra, solo la miró a ella y en derredor y luego salió. Seguramente habría llamado la atención que nos habíamos retrasado e imaginaban que estábamos tramando algo raro. Nada más lejos de ello. Nos dirigimos a la salida y preguntamos por el bus a Palermo, que luego tomamos. Por allí anda un boleto amarillo que dice “Prestia e Comande” “P.zza D.Peranni, 9, Palermo””Línea Palermo-Aeroporto di P.Raisi” “Corsa semplice L.7.500, unos $ 3,75, nº106839.

Entramos a la ciudad de Palermo aproximadamente a las 11:10 hs. En mi agenda de viaje anoté: ¡Que linda la costa! ¡Que linda la ciudad! “Nos recuerda a Mar del Plata rodeada de cerros y montes pétreos”. Hace calor, pero ellos transitan con Sweters y sacos. Pasamos frente al monumento a Ruggiero Settimo gli italiani nel 1865”. Avistamos a dos policías a caballo. Pasamos frente al Politeama Garibaldi. Llegamos a la parte Antigua. Balcones de hierro artesonado, frentes ennegrecidos, calles angostas, mercadito en subsuelo detrás de la iglesia, es la hora 11:20. Descendemos frente a la estación. Allí preguntamos por un Autonoleggio, autos para alquilar, los paesanos se consultan unos a otros. Por allí uno se ofreció a llevarnos al puerto donde se alquilan autos. En el trayecto se ofreció él como taxi para llevarnos a Gangi, unos 200 km, por 150.000 liras, unos 75 dólares, y allí nos dejó. Pero cuando confesamos que debemos volver rápido nos propuso traernos de regreso por el doble y llevarnos hasta el aeropuerto. Aceptamos y emprendimos el viaje. Se trata de un auto-combi Ford con asientos para 5 personas. Íbamos solos. Se llama, según nos enteramos en el trayecto, Luigi Buscaino y habita en Bagheria, en el trayecto de Palermo a Cefalú. Mientras avanzamos, vemos a la derecha la zona montañosa y a la izquierda el mar Tirreno azul como el cielo y tranquilo como una pileta. El día y paisaje aprontan bellísimos. Mientras Luigi y Marta traban animada conversación. Luigi explica cada tramo del camino, los cultivos, costumbres, etc. Marta le canta las canciones aprendidas de sus abuelos: Teresina trompetota, Chichirinella y otras. Luigi reía alegre de que Marta se sabía los dichos y canciones italianas antiguas. Yo no me quiero perder nada, me atraía oírlos atrapados por la intensidad del momento y cómo reían y comentaban alegres costumbres y leyendas, y el paisaje y la embriaguez de la circunstancia me sustraían hacia fuera. “Me quiero beber los vientos, respirar ese aire atrapante y sentir la gloria de esa vivencia tan fuerte. Quiero estar en el paisaje y en el comentario, y puedo y no puedo estar en todos esos lugares al mismo tiempo. Los retazos de paisaje me embriagan mientras pasamos por Termini Imirese”dije.

Llegamos a Cefalú y allí dejamos la costa para internarnos en el centro de la isla subiendo en busca del ansiado destino: ¡Gangi! El terreno se volvía más agreste y con una belleza propia y distinta a la vez: retazos de cultivos con sus matices de verdes, de tierra de siena, de tierra recién labrada, labranza de cultivos, granos, viñedos, cabras, vacunos, etc. Luigi nos hablaba de las factorías: modestas construcciones al costado de la ruta donde los vecinos ofrecían sus productos a los visitantes: quesos de cabra, dulces, embutidos, carnes, etc. Pasamos por Castelbuono, Geraci Sículo y Petralia Soprano. Después de 180 kms. Luigi avisó: “Detrás de esa colina veremos la primera vista de Gangi” ¡Y allí apareció!

Sobre una cresta, del lado del poniente del sol, una abigarrada estructura de casas que blanquean en la lejanía, como una pincelada gruesa desde la cresta a la ladera de la montaña. Nos detenemos, ponemos pie en tierra y tomamos una foto. ¡Había que registrar el momento! Es la 13:10 del 30 de Octubre del 2000. Retomamos el camino y en un recodo vimos a un gangitano sembrando al vuelo en un predio. La imagen me hizo retroceder 50 años en la memoria habiendo visto a mi padre en idéntica tarea. Luego entramos en el pueblo de Gangi 7.000 habitantes según Luigi, confirmado luego en el Ufficio Civile, y folletos que Luigi nos regaló (Aclara). A las 13:20 entramos en la población.

Comenzamos a averiguar por el Ufficio Civile, registro, a unos jóvenes que conversaban en la calle, quienes a viva voz, acompañando sus palabras con elocuentes gestos apuntaban con la mano en la dirección sugerida. Más adelante Luigi repitió la consulta a lo que siguieron nuevas indicaciones y gestos. Por último, Luigi nos dijo que tendríamos que dejar el vehículo allí y continuar por estrechas y empinadas callejas empedradas con acusado estilo de principios de siglo: frentes de piedra, artesonados balcones de hierro, farolitos con ménsulas de hierro artesanal, etc. Por allí descubrimos la Sede del Edificio Comunal, el antiguo Palacio Bongiorno del siglo XVII, ¡una joya! (resalta jovial). Leímos las placas y vimos que no era allí el ufficio civile, continuamos, y al final de la calleja hacia arriba, presidiendo, apareció enmarcada en la edificación apretada a derecha e izquierda la torre de la “Chiesa Madre” (iglesia madre) con el macizo campanario en estilo tardo-gótico del siglo XV. Después de contemplar extasiados la realidad y la fuerza de la imagen de este campanario visto en fotos de un antiguo libro del año 1930, nos despertó e hizo volver a la realidad la estentórea voz de Luigi que indagaba a un ocasional transeúnte sobre el Uffici Civile.

El tiempo apremiaba. El interrogado hizo señas a la derecha hacia arriba por otra empinada calleja de las mismas características que emprendimos sin más demora. A poco de media cuadra, descubrimos la placa del edificio, a la izquierda de la puerta de entrada, frente de piedra, reciclado, de planta y media que dice: “Comune di Gangi. Uffici di stato civile – Anagrafe. Leva ed elettorale”. Luigi prestamente empuñó el manillar de la puerta y entró decidido, detrás, entramos Marta y yo. Era la hora de cerrar y salía una persona de regular edad, canoso, quien al vernos entrar se quedó a escuchar mientras Luigi oía decir a una de las mujeres del otro lado del mostrador, vivamente y con cierto nervio, que era la hora de cerrar. El señor canoso escuchaba y por lo bajo murmuraba algo así como que Luigi estaba loco y no entendía razones. Luigi decía “son argentinos, han viajado miles de kilómetros para venir aquí”, lógicamente que en italiano nervioso. Las mujeres gritaban, la que sobresalía era María Pietra Scavuzzo, Istruttore Serv.Demograficci, algo así como la segunda jefe, era quien había firmado los certificados que me habían enviado a Argentina el 14/5/99 (aclara).

Se me olvidó el escaso italiano que había aprendido aceleradamente para hacerme entender y casi por señas arranqué la fotocopia del certificado de nacimiento del abuelo Cataldo que llevaba en una carpeta y se lo puse en la mano con gesto nervioso a María Pietra quien se detuvo un momento a mirar y gritaba “¡es una fotocopia!” y yo trataba de hacerle entender que una letra del apellido estaba mal (decía Tornabebe) y quería uno nuevo corregido. “Esta es mi firma” gritaba, mientras la encaraba a la otra empleada como presumible responsable del error. Cuando se calmó, con mi peor italiano entrecortado le dije que me lo prepararan y me lo enviaran por carta. Allí entendió que era eso solo y dijo con más calma: “Ah! ¡Pero era solo esto! ¡Esto lo hacemos ya ! Prestamente se sentó a la máquina de escribir, copió los datos con el apellido correcto, lo firmó y selló y me lo entregó. Aparecieron por fin la calma y las sonrisas.

La tensión del momento había cedido por completo y ya estaba todo bien. Alcancé a preguntar se habría familiares Tornabene o Blando y contestó que habría que hacer un estudio genealógico para determinar con exactitud esa versión. También alcancé a decirle que la primera esposa de mi abuelo Cataldo era Angela Scavuzzo y que quizá éramos descendientes, lo que escuchó con una sonrisa pensativa. Por fin salimos entre la sonrisa de satisfacción de Luigi que sentía haber cumplido bien su papel de protector rentado. Quizá buscaba compensar la generosa paga por sus servicios, que después entendimos estaba justificada con largueza: hizo de transporte, de guía, de gestor, de locuaz intérprete y de lazarillo. Cuando salimos, retomamos la empinada cuesta de la torre de la Iglesia Madre, descubrí la importancia del momento y quise hacer una foto a Marta sobre la cuesta con la torre al fondo. Luigi prestamente se ofreció él para tomar la foto y que yo también me ubicara junto a Marta. Así fue.

Llegamos hasta la Iglesia y dimos vuelta a la izquierda descendiendo todas las cuestas que habíamos subido de ida. Llegamos a esa especia de plaza donde había dejado Luigi su combi y nos indicó que sobre el final de esa plaza era como una terraza sobre la montaña y que viéramos el panorama hacia abajo. Un hermoso valle con minúsculos pueblitos, campanarios, arboledas, planicies. Bañados por el sol con distintos matices de verdes y las minúsculas pinceladas blancas, puntos más pequeños que eran las casitas…Era el momento perfecto, allá abajo estaba la belleza de toda la Sicilia clamando.

Mientras estábamos ensimismados contemplando el espectáculo aquel, una voz en cuello nos hizo volver ¡Era María Pietra que nerviosamente nos decía que nos habíamos olvidado un bolso, era el mío.”¡Yo ahora estoy apurada pero le doy el nº de teléfono de la vecina! ¡Ella se lo entregará!” (Dijo la señora) Volvimos ansiosos, mientras Liugi con su celular la llamaba trepando nuevamente las callejuelas hasta el uffici civile. Cuando llegamos, la vecina apareció, nos abrió y allí estaba mi bolso con todo su contenido intacto ¡Gracias a Dios! (exclama mirando hacia arriba).

Bien, miramos el reloj y volvimos al vehículo para encontrar un lugar dónde encontrar un rollo fotográfico porque ya había agotado el existente en la cámara. Luigi nos llevó a un kiosco y allí conseguí rollos. Mientras tanto, intenté llamar por teléfono a mi hermano Saúl para participarle de la alegría de aquel momento y saber cómo se encontraba él. No pude hacerlo, el teléfono no me recibía las monedas y por más que probé una y otra vez resultó imposible.

Luigi venía a ver cómo me iba. Pues Marta y él estaban comiendo pizza en el café de al lado. Me invitaron y elegí pizza con muzzarella, salsa de tomates y salchichas. ¡Exquisita! (exclamó con cara de satisfacción). Esta es pizza decía Marta. Los empleados se reían mientras yo les decía que en Roma la pizza era: “come la cartoline postale a la pomarola” (como tarjeta postal con salsa de tomate). ¡Había probado mi primera porción de pizza gangitana!

Salimos de allí, había que continuar. El reloj no esperaba, eran las 14:40 hs, teníamos el vuelo a las 19:15 hs con destino a Nápoles. Había que estar en el aeropuerto una hora antes. Estábamos a 200 km del aeropuerto y aún teníamos que ir al cementerio. Nos pusimos en marcha, averiguamos en el camino la dirección del cementerio. Allí llegamos. La estructura típica de un cementerio: un muro o paredón circundante y una puerta reja de hierro de dos hojas a la entrada. Solo que éste estaba en la ladera de una roca, comenzamos a ascender en subida hasta la primera fila de nichos. Allí encontramos muchos Tornabene, ¿Familiares? Quizá.

Quería encontrar a la primera esposa de mi abuelo Angela Scavuzzo. No pude. Dios y ella saben que quería e hice varios intentos, pero no pude. Dios sabrá porqué. Era un nieto intruso del esposo ,no de ella. Quizá no tenía derecho. Quién sabe.

El reloj pesaba más que nada ya a esta altura. Emprendimos el regreso. Nos detuvimos en la curva desde cuya base avistamos a Gangi por primera vez. Descendimos, juntamos tierra, piedritas y semillas de hinojo. Luigi juntaba achicoria amarga silvestre para comer. Nos volvimos para despedirnos de la vista de Gangi y agradecer a Dios por este privilegio. Subimos al vehículo y emprendimos la marcha sin mirar hacia atrás. El camino de regreso transcurrió más bien en silencio, aquilatando y saboreando las vivencias. Algún que otro comentario entrecortado. Los hechos habían hablado más que las palabras. Todo sonaba a hueco. La realidad se enseñoreaba en medio de un panorama sobrecogedor. Llegamos a la costa: Cefalú, Termini Imirese.

Llegamos aproximadamente a las 18:00 hs, arreglamos el pago a Luigi, y nos pidió que le mandáramos una postal de “nostro paese”(cosa que hicimos). Abrazos, agradecimientos e ingresamos al aeropuerto. Mostrador de Alitalia. Vuelo AZ 1851 a Nápoles. Uscita (salida) 19,15 horas Uscita (salida puerta) 02, embarque 18,50 hs, asientos 09ª y 09C. Espera, manga de embarque, acomodar equipaje, sentarse, cinturones, consejos de seguridad y salida. Turbinas. Movimiento, extremos de pista, rugir de motores y ascensión. Miré abajo, el sol había dejado una pátina rojiza sobre el horizonte, reflejándose en el mar Tirreno. Estábamos dejando nuestras tierras de origen.