Miradas
(Cuento realista)
Por: Bravo, Vanesa- Chavari, Milagros- Laveglia, Valentina- Requena, Agustina- Riveros, Victoria- Trimigliozzi, Alejo.
“Los ojos muestran la verdadera esencia de una persona, son los únicos que no mienten” solía decir mi abuela y nunca logré comprenderlo hasta aquel día en el que salí del colegio y me dirigí hacia la oficina de mi papá, ubicada a una cuadra de la Plaza San Martín, para pedirle dinero.
Entré al enorme e histórico edificio y me fui a anunciar con Lucía, su secretaria, pero ella no estaba allí por lo que pase directamente a la oficina.
Cuando abrí la puerta, los vi sobre el escritorio, apasionados, indiferentes a lo que sucedía fuera. Al ver eso, me sentí decepcionada pero decidí cerrar la puerta e irme en silencio.
Llegó la noche, mientras mi mamá hacía la cena escuché cómo se abría la puerta, era él, y sin decir ninguna palabra se dirigió a su habitación. Y me fijé que mi madre no estuviera mirando y lo seguí con paso decidido. Al verme parada en la puerta de su cuarto, se sorprendió, no podía mentirme. Me costaba mirarlo a los ojos, estaba furiosa y no sabía qué pensar. Contuve mis sentimientos y le pregunté:
-¿Cómo te fue en el trabajo hoy?
Mirando hacia el escritorio mientras revisaba unas carpetas contestó.
- Bien, estuve muy atareado.
- Me imagino que Lucía te ayudo. ¿Es bastante eficiente, no?
-Sí, es de gran ayuda, ¿por qué?
En ese momento noté que estaba nervioso, su voz temblaba.
-Te vi, fui a tu oficina y estabas ocupado con ella.
-Puedo explicarlo.
-No hay nada que explicar. Se lo decís vos a mamá o se lo digo yo.
No esperé respuesta y me fui a mi cuarto.
Al otro día, en el almuerzo, mamá le preguntó a papá sobre el trabajo:
-Amor ¿Cómo va el trabajo?
Él me miró de reojo y le respondió:
-Bien, estuve todo el día ocupado.
-¿Muy ocupado? Porque hoy llamé y no atendió nadie.
-Sí, yo fui y no te encontré- Le dije intentando incomodarlo.
Ahí fue cuando mamá se dio cuenta que algo pasaba por lo que dijo:
-Entonces ¿Dónde estabas?
-Revisando trabajos.
-¿Con Lucía?
Se queda callado y ella continúa:
-¿Estabas con ella, no? No me mientas más, sé que me engañas
Estaba atónito, no sabía qué decir, sólo la miraba.
En ese instante me acordé lo que mi abuela solía decirme: “Los ojos son la verdadera esencia de una persona, son los únicos que no mienten.”
Al final, tenía razón.
