domingo, 25 de agosto de 2013


Ensayo escrito por Carolina Martínez 


¿Cómo puede avergonzarte alguien tan especial?

“La peor discapacidad es la de no darse cuenta que somos iguales.” – Proverbio.


La discriminación es hacer distinción en el trato hacia una persona por motivos arbitrarios como el origen racial, el sexo, el nivel socioeconómico, etc. Pero usualmente también se discrimina a una persona por discapacidad, sin entender que más allá de algún problema psicológico, motriz o genético, ellos son como cualquier persona, aunque con capacidades diferentes.
Esta es una gran preocupación para aquellos padres de hijos con discapacidad. Estos temen que sean lastimados, por ello los esconden de la sociedad.
Este problema se refleja en “Pobrechico”, en el cual los padres de un niño  tratan de ocultarlo encerrándolo en su habitación, obviamente por miedo al rechazo. Muchas veces, los padres no pueden darse cuenta de que sus hijos son más fuertes de lo que ellos piensan. En este caso, el hermano mayor del niño es quien, con sus acciones (entra a la habitación de su hermano y sale al patio a jugar con él) libera a su hermano de la opresión que le estaban imponiendo sus padres y le demuestra a toda su familia que el pequeño era igual a todos ellos, solo que con capacidades diferentes.

“La discapacidad no los limita, no lo hagas tú" (Proverbio

Este miedo de que sus hijos sean rechazados también puede verse en “La Jaula”, en el cual, cuando una pareja tiene un hijo (con discapacidad, al igual que ellos) tratan de esconderlo en una “Jaula” para que nadie lo vea y no lo lastimen. 
Investigando descubrí que los padres no solo tienen miedo a que sus hijos sean rechazados, sino que también tienen miedo a no estar haciendo lo suficiente por ellos, de estar descuidando a sus otros hijos, tienen miedo al diagnóstico, a no ver un progreso a pesar de muchas terapias, miedo ante un futuro desconocido…
Frecuentemente ante la discapacidad de un hijo, los padres se encuentran perdidos, no saben qué hacer, ni a dónde acudir. Lo que no saben es que sus miedos, en algunos casos, son transmitidos a sus demás hijos.
En el caso que los padres sean sobreprotectores, los hermanos de niños con discapacidad  comienzan a sentir celos, al ver que toda la atención es enfocada hacia su hermano/a y no hacia ellos.
Esto se ve en “Después del almuerzo”, en donde justamente después de almorzar, un niño, a pedido de sus padres, va a caminar por la ciudad de Buenos Aires con su hermano. Todo el tiempo está preocupado de lo que la gente pueda opinar, cuando suben al tren tiene miedo de que se burlen de él, cuando va caminando por la calle no soporta que su hermano camine lento porque las personas los miraban con “mala cara”, hasta que termina por abandonarlo en un banco en Plaza de Mayo, cuando se da cuenta de lo que había hecho vuelve por su hermano y lo lleva a su casa. Durante el recorrido, no deja de pensar en que lo había abandonado, siente culpa por ello y se da cuenta de lo importante que es su hermano para él.  Aquí pueden verse claramente los miedos que le transmitieron los padres a su hijo, quien se avergüenza  de que su hermano tenga capacidades diferentes y teme que la sociedad lo discrimine.
Por otra parte, en “Final del juego” tres primas juegan a los ornamentos y a las estatuas cerca de un tren, hasta que un día, un misterioso niño llamado Ariel les envía un papelito diciendo que las tres le gustaban mucho. A medida que transcurre la historia se ve la preferencia que tiene Ariel sobre Leticia, quien tiene una discapacidad motriz, por lo que obviamente las estatuas le eran más fáciles de hacer a ella que a sus primas. A partir de aquí las otras dos niñas comienzan a sentir celos, no solo por Ariel, sino porque sus madres “consentían” a Leticia por el hecho de tener una discapacidad. Un día, Ariel decide encontrarse con Leticia, quien no concurre al encuentro por vergüenza a que el niño se diera cuenta de su problema, por lo que decide que sus primas le den una carta. Al otro día,  cuando las niñas vuelven a jugar al tren, se dan cuenta de que Ariel ya no estaba mirándolas, por lo que se supone que la carta le comentaba sobre la discapacidad que sufría Leticia. El cuento está relatado desde la perspectiva de una niña pequeña quien no entiende que su prima, necesita más atención a causa de su discapacidad  y siente celos. Pero también muestra los problemas que se les presentan a alguien con una discapacidad para formar una pareja, o levantar su autoestima.

"Cuando se es sordo, es cierto que no se puede oír, pero todo lo demás se puede hacer, e incluso más." - Carlos Michaud.


 Los padres nunca deben olvidar que todos los hijos necesitan su espacio en la familia y tener en cuenta que la mayor parte de sus miedos y frustraciones son transmitidos hacia sus hijos.
  No es conveniente ser sobreprotector, sino confiar en las capacidades y las fortalezas que sus hijos tienen, que seguramente son más de las que ellos se imaginan y alentarlos a que cumplan sus sueños.
El que tengan una discapacidad no quiere decir que no puedan realizar actividades como los demás niños. Por ejemplo, muchos deportistas más allá de su incapacidad de realizar un deporte como las demás personas, siguen adelante y van en busca de sus metas.
Por otro lado, en “La casa cerrada” y en “La Jaula” toda una familia se esconde de la sociedad. “La casa cerrada” relata la historia de una familia, que nunca salía de su casa, por el hecho de que uno de los hijos sufriera una discapacidad, nadie en el barrio entendía porque se escondían.
En el caso de “La Jaula” mencionado anteriormente, dos personas con capacidades diferentes, forman pareja y tienen un hijo, que nace semejante a ellos Por esto toda la familia se esconde en una “jaula” para que la sociedad no los discrimine.
En ambos casos, la familia cree que todos los miembros deben esconderse para que a su hijo no lo lastimen.
En conclusión, los padres deberían dejar a un lado sus miedos y entender que aunque su hijo sufra una discapacidad, no significa que no pueda disfrutar de una vida como los demás niños, tal vez tengan capacidades diferentes,  pero eso no los limita a poder cumplir sus sueños.

“La felicidad depende más del  deseo interior de ser felices, que de las circunstancias externas.” – (Benjamín Franklin)

Deberían tener en cuenta también que sus miedos son transmitidos a sus demás hijos, y estos tienen el derecho de ser informados adecuadamente sobre la discapacidad de sus hermanos para poder entender que tienen necesidades especiales.
Todo pareciera girar en torno a una gran parte de la sociedad , la cual no parece preparada para interactuar con personas con discapacidad,  ya que por lo general, les llama la atención ver a una persona con discapacidad en una escuela, en un banco, en el trabajo, etc. Esto es un golpe duro para la autoestima de la persona.
Deberíamos comprender que el hecho de que una persona sufra una discapacidad, no la hace diferente en sus derechos, sino que son personas como todos nosotros.  



Bibliografía:






Compartimos otra historia realista, inspirada en el cuento " Perros de Nadie"


 El valor de mi vida: “La libertad”
(Autora: Daniela Berdún) 
  
     ...Cuando logré pensar que el niño de diez años iba a ser  trasladado a la comisaría al igual que yo, temía que sucediera algo imprevisto, ya que el niño tenía poca capacidad intelectual y conciencia de los hechos que pudieran desarrollarse en el mundo. No existió la posibilidad de que nos quedáramos, los policías nos tomaron de los brazos y nos llevaron sin escuchar las opiniones nuestras. Mis amigos lograron escaparse, pero yo quedé aquí, defendiendo al pobre chico que estaba solo en esta noche. Llegamos a la comisaría, y se veía que los uniformes empezaron a correr de un lado hacia otro, desesperados en cuestionarnos para llamar a nuestros padres. Me siento triste y culpable, mi madre se iba a enterar y no sabía cómo reaccionaría. Creo que se avergonzaría de mí y de mi hermano mayor que ya estaba en la cárcel por haber cometido otro delito. La esperanza y buena suerte del porvenir que presentía sobre este niño, conseguiría salir de este lío provocado por mi plan, pero en este momento no me esperaba algo positivo en mi vida.
 Al finalizar la exposición de nuestros datos a los policías, inmediatamente vi aparecer a mi madre con una expresión en su rostro de no muy buen aspecto, ya que se notaba que estaba muy enfadada conmigo. Observaba detenidamente cómo mi mamá discutía con el comisario, a medida que el niño de diez años se dormía plácidamente en el asiento, hasta la llegada de sus padres. Al rato, luego de las discusiones, mi mamá se acercó nerviosa y me explicó, con un tono de voz baja, que no contaba con el suficiente dinero para pagar la fianza, que me iban a trasladar a un colegio con otros chicos, pero más allá de todo, me prometió sacarme pronto de allí. Luego de la noticia, no alcanzaba a creerlo, aunque igual me esperaba algún cambio, pero jamás pensé en una despedida. Empecé a hundirme de lágrimas, lo cual deslizaban lentamente sobre mis mejillas, y con la poca voz que me salía la usé en solo cinco palabras: “No te olvides de mí”. Rápidamente me subieron al autobús y sobre aquella ventanilla contemplaba aquél abrazo entre el niño de diez años y sus padres. Y sí, el buen porvenir que presentía por él fue cierto, porque se lo merecía y para nada era culpable.
Con el pasar de los días, estuve tratando de adaptarme a distintos lugares. Traslados de aquí para allá, kilómetros y kilómetros, pero nunca un buen hogar. Te maltrataban, y sin embargo de alguna manera tenías que resistir y convivir con aquellos extraños.
 Al poco tiempo empecé a sentirme un “perro de nadie”, sin familia, ya que mi padre desapareció cuando era más pequeño, mi madre nunca estaba en casa, mi hermano mayor detrás de rejas y yo acá, sin libertad. La soledad me hunde al no lograr hacer nuevos amigos, ya que los pibes de cada sitio me miran como un gran chico raro y misterioso, proveniente de otro mundo.  Realmente no resisto más y sé que mi madre no va a aparecer, por eso mismo voy a idear el plan para esta noche.
Al anochecer, la luna saliente comenzaba a resplandecer sobre aquel terreno despejado y expuesto a lo inseguro. En el momento adecuado, en el que estaban todos durmiendo, aproveché la oportunidad de salir por la puerta trasera, gracias a la llave que tomé del guardia despistado. Ligeramente apresuré el paso hasta llegar a aquél alambrado que rodeaba el reformatorio. Comencé a excavar para atravesar por debajo del tejado, pero en el lapso se empezaron a emitir ruidos, gritos y  distintas voces desde lejos.
El cielo comenzó a cubrirse de muchas nubes y la luna ya se había desvanecido. Solo presentía que alguien se acercaba lentamente por el sonido de sus pasos y sabía que mi plan estaba acabado, que yo mismo me había resignado para toda mi vida. Hasta en ese momento, atravesaba en mi cuerpo pequeños escalofríos llegando al cierto punto que perdí la conciencia instantáneamente. Al cabo de abrir los ojos, me encontré recostado sobre una camilla rodeado de tres personas. Una de ellas era mi madre, el “otro” si no me equivocaba era mi hermano mayor y el otro “otro” era un gran hombre auténticamente desconocido para mí. Según sus conversaciones, logré escuchar que mi madre me decía que había sufrido de un colapso cerebral y que mi padre había regresado, que estaba frente a mí. Ciertamente creía que todo era un sueño, pero no, era mi realidad.

Finalmente, me sacaron de aquellos horribles lugares. Mi bronca que persistía dentro de mí ya no valía la pena recordarla, porque me propuse cobrarle valor a mi vida, con mi familia unida, en mi dulce Villa, en mi dulce libertad...

lunes, 5 de agosto de 2013

Ensayos

¿Qué mejor que tomar partido para que las cosas cambien?


En este ensayo me gustaría tratar de resaltar la cara oculta de la discapacidad. Además, reflexionar sobre las creencias, afirmaciones y prejuicios que socialmente encierra este concepto y valorar a las personas que la padecen. A través de la Historia, la discapacidad se ha visto como una catástrofe, no solo para quien la padecía, sino también para su familia o para las personas cercanas a esta; en el siguiente texto trataré de replantear la conceptualización y que los lectores cambien su perspectiva o al menos duden de ella.

En este ensayo, relacionaré la discapacidad con los cuentos: "Pobrechico", "Después del almuerzo", "Final del juego", "La casa cerrada" y "La jaula", ya que en cada uno se relata una forma distinta de verla, en diferentes épocas y con diferentes pensamientos.



En un principio, me gustaría comenzar denominando a lo que la sociedad llama discapacidad:

“Es la restricción o impedimento de la capacidad de realizar una actividad en la forma que se considera normal para el ser humano. La discapacidad se caracteriza por excesos o insuficiencias en el desempeño de una actividad rutinaria normal.”

Fuente: http://www.nl.gob.mx/?P=info_discapacidad

A partir de esto, podemos decir que la sociedad se basa en un concepto de “normalidad”, el cual no es posible definir, pero se “sabe” que las personas con discapacidades no entran en el mismo. Pero… ¿Por qué excluirlas? ¿Por qué ocultarlas? ¿Por qué en muchos casos son una deshonra? Todas estas preguntas están relacionadas directamente con la mentalidad de las personas, que se construye en aquello que llamamos sociedad. Por eso, para poder lograr un “nosotros” basándonos en la igualdad, la comunidad lo que en realidad tiene que modificar son sus pensamientos

En el caso de “Pobrechico”, podemos apreciar la mala conducta de la familia al tratar de ocultar a este pequeño que nació diferente, con la excusa de que el sol o el viento le hacían daño. Se ve cómo todos le tienen lástima y hablan del mismo, pero nadie quiere sacarlo a pasear, dejarlo ver a su hermano o apenas abrir las ventanas y prender las luces.

Por razonamiento común, sabemos que esta diligencia no está bien ¿Por qué esconder a un hijo? ¿La vergüenza de sus padres afectará al pequeño “no perfecto? ¿Qué sentirá al descubrir que su familia no lo reconoce como un miembro más? En particular, no comprendo la conducta de estas personas que excluyen a los demás creyendo ser “normales” sin tener en consideración la inexistencia de una clara definición del concepto. Desde mi punto de vista, situándonos en la actualidad, quienes discriminan son ignorantes, ya que no reconocen los derechos que existen para todas las personas y si alguien se cree perfecto está muy equivocado, porque la perfección NO EXISTE.

En el relato se destaca la actitud del pequeño hermano que no comprende por completo la situación, al cual no le interesan aquellas diferencias que tiene “Pobrechico” con respecto a él; si no que, lo que realmente quiere es jugar con él y convertirlo en un miembro más de la familia, lo cual logra luego de animarse a entrar en el cuarto del niño y abrir todas las ventanas. Así les da a sus padres, abuelas, tíos, vecinos, etc. una gran lección, haciéndoles ver lo hermoso que era “Pobrechico” a la luz y permitiéndoles comprender que ocultarlo no estaba bien. A partir de esto, se podría suponer que con la ayuda de todos los seres queridos, “Pobrechico” va a tener una mejor contención, lo que le permitirá mayores posibilidades y una lucha constante para poder generar la igualdad.

A mí, en particular, me fascinó el comportamiento del hermano, a quien no le importaban esas diferencias y me parece que es un muy buen ejemplo que debería destacarse en la actualidad, ya que si todos pensáramos igual, la inclusión de personas con discapacidades podría lograrse con mayor rapidez y eficiencia. En la actualidad, hay muchos casos similares, no en la cuestión de ocultar a un pequeño sino en el de sentir orgullo por este, dedicarle el tiempo que necesita, luchar por los derechos que posee y demás actitudes que producen que estas personas se sientan mejor debido al gran apoyo que reciben de sus seres queridos, los cuales le ofrecen un mejor futuro; hay que hacer énfasis y “copiarse” de estas acciones, con el objetivo de lograr la igualdad.

Por otro lado, tenemos “Casa cerrada”. El mismo es un relato muy cruel con un desenlace espantoso ¿Por qué ocultar a una persona? ¿Por qué acabar con su vida ?¿El asesino se sentía superior y por eso lo mató? ¿Hay que asesinar a todo aquel que es diferente? ¿Por qué? ¿Con que propósito? ¿Molesta? ¿Por qué sentir vergüenza por el prójimo y no mirarnos a nosotros mismos? Estas y miles de preguntas me surgieron durante la lectura…

En resumen, es la historia que comienza con el llamado de atención que le produce, al narrador, la “casa cerrada” que se ubicaba en su vecindario. Años después al iniciar la guerra, él se convierte en soldado y la casa a su vez se transforma en un lugar estratégico para atacar a los oponentes. Al entrar y comenzar a recorrer la propiedad, descubre el verdadero secreto, allí se ocultaba un ser “deforme” que provocó que esta familia viviera encerrada. Al verlo, decide acabar con su supuesto calvario de estas mujeres, dando por finalizada la vida de esa persona. En un principio, se destacan las malas ideas de la madre y las hermanas que cierran la propiedad por vergüenza al niño, con el propósito de ocultarlo y hasta se produce una deficiencia de poder deducir si es un objeto o un sujeto (como en el caso de “Después del almuerzo”).

Particularmente me causa mucha tristeza esa idea y más cuando aquel combatiente acaba con su vida sin ningún propósito, creyéndose “Dios” de alguna manera ya que decidió si esa persona debía o no seguir con vida.

“…Ya lo comprendía todo. Ya poseía el secreto de la casa cerrada, de la prisión de esas mujeres jóvenes y bellas, a quienes el feroz orgullo materno obligaba a encarcelarse para que nadie supiera que yo sabía…”

“…cualquier hombre hubiera hecho lo que yo hice…”

Fragmentos extraídos de “Casa cerrada”, Manuel Mujica Láinez, corpus literario de 5to.

En estos fragmentos se evidencia la perspectiva del asesino al descubrir el secreto de aquella familia: el por qué del encierro, y la necesidad de arrancar las puertas de esa casa, de dejar en libertad a esas mujeres. Solo con un disparo bastaba y eso hizo, cargando en su conciencia con la muerte del “monstruo”. Razón por la cual, el relato es narrado como una confesión de este hacia el “padre” en búsqueda del perdón de Dios por el horripilante acto que había llevado a cabo. Pero la pregunta sería ¿si él se iba a arrepentir en un futuro… por qué lo hizo? Solo el protagonista conoce la respuesta, pero el asesinato a sangre fría no era una opción.

Como último ejemplo aludiré al cuento: “La jaula”, relato que guarda una gran similitud con “Después del almuerzo” ya que los personajes se ocultan debido a los prejuicios de la sociedad, pero también se relaciona con “Casa cerrada”, con la diferencia de ser vista la historia desde otra perspectiva, por diferentes personajes, con un final muy distinto.

En este caso, el narrador está en primera persona, es la voz de alguien con discapacidad. Se cuenta la historia de dos seres que se encuentran y ambos son diferentes para la sociedad, pero iguales entre ellos. Los personajes logran la felicidad al enamorarse, pero optan por la reclusión debido a la vergüenza propia que sentían por su deficiencia y la de su pequeño hijo que había nacido igual a ellos. La trama es triste, ya que una familia debe encerrarse para no tener que soportar día a día los prejuicios que la gente de su entorno haría sobre ellos y por sobre todas las cosas, la fea situación de no ser aceptados.

En la actualidad, podemos convivir con los prejuicios de forma casi natural y esto puede afectarnos o no, pero es preferible que no, ya que las malas opiniones de la gente acerca de nuestro físico o nuestras discapacidades, son muy crueles y pueden dañarnos psicológicamente, por eso no deberían existir… Quienes prejuzgan y señalan, ¿ no se dan cuenta del daño que ocasionan con sus comentarios que “supuestamente” son “sin querer”? Al parecer no, por eso es necesario nuestro capricho en el intento de hacerles tomar conciencia, mencionándoles las consecuencias y también resaltando su no perfección, es decir, que ellos tampoco deberían criticar ya que nadie es perfecto, todos deberíamos contribuir y aceptar que todos somos parte de una sociedad y debemos respetar a cada persona tal cual es, porque todos somos “perfectos” gracias a nuestra autenticidad.



En conclusión, a través de las historias literarias, se pueden apreciar diferentes formas de ver la discapacidad. En algunos casos, considerada una ventaja y, en otros, una deshonra. No obstante, las historias nos permiten reflexionar y llegar a la conclusión de que todos somos iguales y las diferencias no deberían existir entre nosotros, porque todos formamos parte de una sociedad que coexiste en un mismo planeta y posee los mismos derechos.

Por eso, el objetivo de este ensayo fue exponer la realidad de estas personas “distintas”, ayudando a que todos recapaciten teniendo en cuenta los aspectos que tenemos en común y no en lo contrario.

Nadie, es decir, ninguna persona debería ser excluida por ser diferente, como nadie tampoco puede creerse superior que los demás, porque la superioridad no existe; y mucho menos las personas que poseen diferencias no voluntarias deben ocultarse para no ser discriminadas, ya que la verdadera diferencia existe entre “el poder hacer” y “lo que una persona cree que puede hacer”. En muchos casos, puede que la discapacidad genere un degrado o limitación de capacidades de actuar para la persona que la tenga, pero se debe tener en cuenta que “uno nunca sabe qué puede hacer hasta que verdaderamente lo intenta”.

Se espera que luego de la lectura se haya podido lograr algún cambio en los pensamientos del lector y que el mismo, trate de luchar día a día por las personas que no pueden defenderse por sí solas que , en general, son las más afectadas en nuestro entorno cotidiano. El tema de la discapacidad debe ser abordado cada vez por más gente que reflexione y amplíe su mirada, hasta que todos tomemos conciencia y hagamos algo por modificar los prejuicios; intentemos conocer a cada ser antes de juzgarlo por algo que no es. 



Bibliografía:
Cortázar, Julio "Después del almuerzo”- "Final del juego"
Mujica Láinez, "La casa cerrada"
Valentino, Esteban "Pobrechico"
Villafañe, Javier " La Jaula".

Textos que nos invitan a reflexionar sobre la Discriminación y la realidad de muchos niños y jóvenes

A partir de la lectura del cuento de Esteban Valentino "Perros de Nadie", surgió esta historia, escrita por Ileana Pozzi:




COMO CIGARRILLOS SOBRE NUESTROS PULMONES

Soy escritor. Me siento a escribir en mi máquina en este pequeño escritorio frente a la ventana desde hace ocho años. Aquellos eran tiempos diferentes. Diecinueve años, habiendo pisado la cárcel dos veces por motivos erróneos, una profesora que me ofreció una oportunidad, la madurez que me golpeó en la cara como una epifanía.

Permítanme presentarme. Me llaman Bardo, nombre que surgió de un ámbito que ya no piso. Tengo veintisiete años. Buenos Aires. Y soy quien soy ahora porque me construí.

A los diecinueve, una profesora muy bonita de lentes rectangulares y voz angelical me despertó del sueño difuso y sin sentido en el que estaba sumido en aquel entonces y me ayudó a construir quien soy hoy. No he encontrado a otra profesora que se interesara tanto por los chicos. Ni nuestros propios padres lo han hecho.

Por ella conocí la escritura y los Rolling Stones, me enteré de que en cualquier momento era capaz de cambiar el curso de mi vida y que estaba en todo mi derecho de hacerlo. Por todas esas sensaciones que ese descubrimiento desencadenó en mí, me mudé a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más específicamente, a este pequeño departamento de tres habitaciones y puertas, suelos y ventanas rechinantes. Me gusta. Nunca me imaginé en un lugar así.

A pesar de que consigo trabajos cada tanto, para artículos de revistas no muy conocidas y alguna que otra vez en el diario, logro mantener este lugar en pie y salir cada tanto a un bar cercano.

Es difícil ganarse la vida siendo escritor. A menos que seas una leyenda como Charles Dickens o J.K. Rowling, te quedas como yo, pagando más gastos a la editora que ganando por las compras de tus libros (he publicado dos: “Bajo la marea” y “Amigo es el que se queda”). He escrito cientos de historias. Miles, quizá. Historias muy largas, relatos surrealistas, sinfines de escenas cortas al azar. Pero por ahora me las apaño casi por arte de magia. Ofertas que gotean de la nada y cada tanto, pero con la frecuencia necesaria como para que no pierda mi departamento.

Solía trabajar para un diario; allí conocí a una novia, que me llevó a escribir poesía extraña y escenas baratas, que me enseñó que las mujeres tienen la misma sed que los hombres y son igual de tramposas también. Incluso mejor. Pero no fue por ser mejor que ella que la descubrí en el baño de una cafetería dándole amor a alguien más, sino porque el karma es real y esta vez cayó sobre ella en forma de una desafortunada casualidad. No alcanzó a importarme lo suficiente como para lamentarlo, pero trabajar con ella se volvió tan lleno de silencios incómodos y miradas extrañas que, por amor a mi integridad, renuncié.



Siempre tengo una taza de café al lado de mi máquina de escribir. Podría decirse que es mi compañía. Atrás de la máquina hay cinco o seis tazas sucias que al terminar me dispongo a limpiar. Bebo un sorbo y miro abajo por la ventana. Camila está pasando justo por debajo. Levanta la vista para ver si por casualidad estoy aquí, me saluda y le devuelvo el gesto.



Cami tiene quince años, es mi vecina y a menudo nos cruzamos al entrar, al salir, en el kiosco de al lado y en una despensa cercana. Terminamos siendo amigos.

Por alguna razón, he desecado toda prosa y poesía que he escrito sobre ella. No se siente correcto. No puedo usarla como musa. Hay un sabor inmoral en la forma en que detallo sus mejillas rosadas acariciadas por el frío de junio o su piel, que parece de porcelana. No debería haber razón, pues escribo sobre todo, en especial la belleza de las cosas. Puedo escribir sobre el blanco del cielo que está sobre su cabeza pero no sobre sus labios rojos o la inocencia de sus gestos.

En ocasiones, al acompañarla hasta su casa desde la despensa en alguna noche, había algo en el silencio que me incomodaba; sus pasos sonando muy cerca de los míos, mi campera en sus hombros porque no llevaba nada más que una remera.

Cami es una chica linda. Es divertida y simpática; de haberla conocido cuando tenía su edad, probablemente me hubiera gustado. Y como todo escritor, mi imaginación vuela. Y a veces vuela demasiado.



Bebí otro sorbo de café contemplando la hoja en la máquina cuando sonó el timbre, y para mi sorpresa, era Cami, como si mis pensamientos la hubiesen llamado.

— ¡Bardo! —saludó— Estoy haciendo galletitas, y me faltan tres huevos, ¿no tendrás alguno?

—Seguro. Me fijo—contesté, intentando igualar su jovialidad. Aún pensaba en lo último que había escrito.

—Cuando estén listas te traigo algunas—añadió, siguiendo mis pasos hasta la heladera.

— ¡Más te vale!

Abrí la heladera. Dos cervezas. Una tarta pre-hecha. Jamón, queso. Seis huevos. Tomé tres de ellos y los envolví en papel de diario.

Mientras lo hacía, ella tomó sin más uno de mis cigarrillos y lo encendió. Se dirigió al sofá y acomodó sus pies sobre la mesita.

—Ya te dije que cada cigarrillo que fumes va a recaer sobre tus pulmones cuando seas grande—le advertí, dejando los huevos en la mesada y dirigiéndome hacia ella. Parecía no importarle, incluso me pareció advertir un destello de diversión en su expresión. Me acerqué a ella y la miré. Sopló el humo en mi cara. Le quité el cigarro de la boca, y comencé a fumarlo yo.

— ¿Y no va a recaer sobre los tuyos también?

—Tenés que tomar mejores decisiones que yo—contesté, dando otra pitada y deshaciéndome del exceso de ceniza en el cenicero sobre la mesita. Ella me dirigió una mirada cargada de significado, que no supe descifrar. Se paró y siguió mirándome igual. Intentó quitarme el cigarrillo con un movimiento rápido pero alejé mi mano con mayor rapidez, de modo que quedó fuera de su alcance, debido a la diferencia de altura.

Insatisfecha, y tomándome completamente por sorpresa, me besó. Casi instintivamente, le devolví el gesto sin oponer la menor resistencia. Mi brazo bajó, dejando ahora el cigarrillo a su alcance, el cual tomó, ingeniosa, y luego de dar una pitada sopló el humo nuevamente en mi cara. Sólo que esta vez volvió a besarme.

Lo que puedo detallar de los minutos siguientes es que sus acciones se volvieron más impulsivas, y una cosa llevó a la otra, hasta que fue la cama la única que sostuvo nuestra controversia.

Desde aquella tarde, Cami comenzó a visitarme más seguido. Durante el siguiente mes, comenzamos a vernos más o menos día por medio, sumando miradas raras de vecinas de los departamentos de al lado cada vez que me veían hacerla pasar, que luego se intercambiaban entre ellas acompañadas por cuchicheos y miradas de preocupación. No puedo decir que me arrepiento, pero preví que seguramente ella sí, quizás por ser consciente a cierto nivel de las consecuencias que, por supuesto, conllevarían mis acciones.





Estábamos fumando y riendo en la cama acompañados de unas cervezas. Ella había llegado después de la escuela y había ido directo a tirarse en la cama. Habíamos estado un buen rato charlando hasta que oscureció, y ninguno se molestó en encender las luces. Yo pensaba que aún la veía como mi vecinita, como la chica de quince años que era. Ella exhaló el humo del cigarrillo que compartíamos un par de veces, y luego se inclinó sobre mí, dándome un beso rápido. Luego me pasó el cigarrillo.

Se sentó y su rostro quedó iluminado por las luces de la ciudad que provenían de afuera. Me observó unos segundos, cuando repentinamente algo en su expresión se desmoronó y corrió al baño, donde la escuché vomitar. Pasmado, la seguí, para encontrada arrodillada y encorvada sobre el inodoro, sosteniendo su cabello para no mancharlo.

— ¿Qué mierda? —exclamó, cansada.

— ¿Tomaste demasiada cerveza?

—No lo sé…no tengo noción de cuánto tomo—pausó—. Pero no puede ser demasiado, ¿verdad?

De pronto, la más espeluznante idea cruzó mi cabeza, y cruzó la de ella también, pues pude verlo en su expresión.

—Decime que no es cierto.

—Quiero creer que no.

— ¡Pero si he estado tomando pastillas todas y cada una de las veces antes de venir! —se quejó.

¿Estaba hablando en serio? ¿Cada vez antes de venir?

Eso era. Estaba perdido. Sus padres me matarían. Literalmente, su padre me destrozaría. Tendría que abandonar la ciudad. El rumor se esparciría y todos los vecinos comenzarían a verme con mala cara. Y me lo merecía. No podía mantener ni mi propia ética, ¿y se suponía que debía mantener a alguien más?

Sin poder decirle nada, me alejé y volví a la habitación. Observé nuestra ropa tirada en el suelo. El cenicero en la cama. Las cervezas. Todo ello estaba mal.

Encendí un nuevo cigarrillo y me senté frente a esta vieja máquina de escribir. Aún escucho a Cami en el baño. Como los cigarrillos sobre nuestros pulmones, cuando decida salir, todo recaerá sobre mí.