domingo, 25 de agosto de 2013

Compartimos otra historia realista, inspirada en el cuento " Perros de Nadie"


 El valor de mi vida: “La libertad”
(Autora: Daniela Berdún) 
  
     ...Cuando logré pensar que el niño de diez años iba a ser  trasladado a la comisaría al igual que yo, temía que sucediera algo imprevisto, ya que el niño tenía poca capacidad intelectual y conciencia de los hechos que pudieran desarrollarse en el mundo. No existió la posibilidad de que nos quedáramos, los policías nos tomaron de los brazos y nos llevaron sin escuchar las opiniones nuestras. Mis amigos lograron escaparse, pero yo quedé aquí, defendiendo al pobre chico que estaba solo en esta noche. Llegamos a la comisaría, y se veía que los uniformes empezaron a correr de un lado hacia otro, desesperados en cuestionarnos para llamar a nuestros padres. Me siento triste y culpable, mi madre se iba a enterar y no sabía cómo reaccionaría. Creo que se avergonzaría de mí y de mi hermano mayor que ya estaba en la cárcel por haber cometido otro delito. La esperanza y buena suerte del porvenir que presentía sobre este niño, conseguiría salir de este lío provocado por mi plan, pero en este momento no me esperaba algo positivo en mi vida.
 Al finalizar la exposición de nuestros datos a los policías, inmediatamente vi aparecer a mi madre con una expresión en su rostro de no muy buen aspecto, ya que se notaba que estaba muy enfadada conmigo. Observaba detenidamente cómo mi mamá discutía con el comisario, a medida que el niño de diez años se dormía plácidamente en el asiento, hasta la llegada de sus padres. Al rato, luego de las discusiones, mi mamá se acercó nerviosa y me explicó, con un tono de voz baja, que no contaba con el suficiente dinero para pagar la fianza, que me iban a trasladar a un colegio con otros chicos, pero más allá de todo, me prometió sacarme pronto de allí. Luego de la noticia, no alcanzaba a creerlo, aunque igual me esperaba algún cambio, pero jamás pensé en una despedida. Empecé a hundirme de lágrimas, lo cual deslizaban lentamente sobre mis mejillas, y con la poca voz que me salía la usé en solo cinco palabras: “No te olvides de mí”. Rápidamente me subieron al autobús y sobre aquella ventanilla contemplaba aquél abrazo entre el niño de diez años y sus padres. Y sí, el buen porvenir que presentía por él fue cierto, porque se lo merecía y para nada era culpable.
Con el pasar de los días, estuve tratando de adaptarme a distintos lugares. Traslados de aquí para allá, kilómetros y kilómetros, pero nunca un buen hogar. Te maltrataban, y sin embargo de alguna manera tenías que resistir y convivir con aquellos extraños.
 Al poco tiempo empecé a sentirme un “perro de nadie”, sin familia, ya que mi padre desapareció cuando era más pequeño, mi madre nunca estaba en casa, mi hermano mayor detrás de rejas y yo acá, sin libertad. La soledad me hunde al no lograr hacer nuevos amigos, ya que los pibes de cada sitio me miran como un gran chico raro y misterioso, proveniente de otro mundo.  Realmente no resisto más y sé que mi madre no va a aparecer, por eso mismo voy a idear el plan para esta noche.
Al anochecer, la luna saliente comenzaba a resplandecer sobre aquel terreno despejado y expuesto a lo inseguro. En el momento adecuado, en el que estaban todos durmiendo, aproveché la oportunidad de salir por la puerta trasera, gracias a la llave que tomé del guardia despistado. Ligeramente apresuré el paso hasta llegar a aquél alambrado que rodeaba el reformatorio. Comencé a excavar para atravesar por debajo del tejado, pero en el lapso se empezaron a emitir ruidos, gritos y  distintas voces desde lejos.
El cielo comenzó a cubrirse de muchas nubes y la luna ya se había desvanecido. Solo presentía que alguien se acercaba lentamente por el sonido de sus pasos y sabía que mi plan estaba acabado, que yo mismo me había resignado para toda mi vida. Hasta en ese momento, atravesaba en mi cuerpo pequeños escalofríos llegando al cierto punto que perdí la conciencia instantáneamente. Al cabo de abrir los ojos, me encontré recostado sobre una camilla rodeado de tres personas. Una de ellas era mi madre, el “otro” si no me equivocaba era mi hermano mayor y el otro “otro” era un gran hombre auténticamente desconocido para mí. Según sus conversaciones, logré escuchar que mi madre me decía que había sufrido de un colapso cerebral y que mi padre había regresado, que estaba frente a mí. Ciertamente creía que todo era un sueño, pero no, era mi realidad.

Finalmente, me sacaron de aquellos horribles lugares. Mi bronca que persistía dentro de mí ya no valía la pena recordarla, porque me propuse cobrarle valor a mi vida, con mi familia unida, en mi dulce Villa, en mi dulce libertad...

2 comentarios:

  1. Después de casi dos años, me vuelvo a encontrar con esta historia que escribí. Realmente me trae muchísimos recuerdos de la secundaria...
    Agradezco a mi profe, por todo lo que me enseñó durante los días de clase!! Sobre todo, por haberme permitido formar parte de este espacio de encuentro...
    Como ex alumna, espero que este foro siga activo por muchos años más, compartiendo flameantes producciones literarias de nuevos alumnos!!

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    1. Daniela, muchísimas gracias por tus palabras . ¡Qué lindo que nos reencontremos en este espacio!. Yo también tengo muy lindos recuerdos de tus pasos por la escuela secundaria.
      Un abrazo enorme.

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