Compartimos otra historia realista, inspirada en el cuento " Perros de Nadie"
El valor de mi vida: “La libertad”
(Autora: Daniela Berdún)
...Cuando
logré pensar que el niño de diez años iba a ser
trasladado a la comisaría al igual que yo, temía
que sucediera algo imprevisto, ya que el niño tenía poca capacidad intelectual
y conciencia de los hechos que pudieran desarrollarse en el mundo. No existió
la posibilidad de que nos quedáramos, los policías nos tomaron de los brazos y nos
llevaron sin escuchar las opiniones nuestras. Mis amigos lograron escaparse,
pero yo quedé aquí, defendiendo al pobre chico que estaba solo en esta noche.
Llegamos a la comisaría, y se veía que los uniformes empezaron a correr de un
lado hacia otro, desesperados en cuestionarnos para llamar a nuestros padres. Me
siento triste y culpable, mi madre se iba a enterar y no sabía cómo
reaccionaría. Creo que se avergonzaría de mí y de mi hermano mayor que ya
estaba en la cárcel por haber cometido otro delito. La esperanza y buena suerte
del porvenir que presentía sobre este niño, conseguiría salir de este lío
provocado por mi plan, pero en este momento no me esperaba algo positivo en mi
vida.
Al finalizar
la exposición de nuestros datos a los policías, inmediatamente vi aparecer a mi
madre con una expresión en su rostro de no muy buen aspecto, ya que se notaba
que estaba muy enfadada conmigo. Observaba detenidamente cómo mi mamá discutía
con el comisario, a medida que el niño de diez años se dormía plácidamente en
el asiento, hasta la llegada de sus padres. Al rato, luego de las discusiones,
mi mamá se acercó nerviosa y me explicó, con un tono de voz baja, que no
contaba con el suficiente dinero para pagar la fianza, que me iban a trasladar
a un colegio con otros chicos, pero más allá de todo, me prometió sacarme
pronto de allí. Luego de la noticia, no alcanzaba a creerlo, aunque igual me
esperaba algún cambio, pero jamás pensé en una despedida. Empecé a hundirme de
lágrimas, lo cual deslizaban lentamente sobre mis mejillas, y con la poca voz
que me salía la usé en solo cinco palabras: “No te olvides de mí”. Rápidamente
me subieron al autobús y sobre aquella ventanilla contemplaba aquél abrazo
entre el niño de diez años y sus padres. Y sí, el buen porvenir que presentía
por él fue cierto, porque se lo merecía y para nada era culpable.
Con el pasar de los días, estuve tratando de
adaptarme a distintos lugares. Traslados de aquí para allá, kilómetros y
kilómetros, pero nunca un buen hogar. Te maltrataban, y sin embargo de alguna
manera tenías que resistir y convivir con aquellos extraños.
Al poco
tiempo empecé a sentirme un “perro de nadie”, sin familia, ya que mi padre
desapareció cuando era más pequeño, mi madre nunca estaba en casa, mi hermano
mayor detrás de rejas y yo acá, sin libertad. La soledad me hunde al no lograr
hacer nuevos amigos, ya que los pibes de cada sitio me miran como un gran chico
raro y misterioso, proveniente de otro mundo.
Realmente no resisto más y sé que mi madre no va a aparecer, por eso
mismo voy a idear el plan para esta noche.
Al anochecer, la luna saliente comenzaba a
resplandecer sobre aquel terreno despejado y expuesto a lo inseguro. En el
momento adecuado, en el que estaban todos durmiendo, aproveché la oportunidad
de salir por la puerta trasera, gracias a la llave que tomé del guardia despistado.
Ligeramente apresuré el paso hasta llegar a aquél alambrado que rodeaba el
reformatorio. Comencé a excavar para atravesar por debajo del tejado, pero en
el lapso se empezaron a emitir ruidos, gritos y distintas voces desde lejos.
El cielo comenzó a cubrirse de muchas nubes y la
luna ya se había desvanecido. Solo presentía que alguien se acercaba lentamente
por el sonido de sus pasos y sabía que mi plan estaba acabado, que yo mismo me
había resignado para toda mi vida. Hasta en ese momento, atravesaba en mi
cuerpo pequeños escalofríos llegando al cierto punto que perdí la conciencia
instantáneamente. Al cabo de abrir los ojos, me encontré recostado sobre una
camilla rodeado de tres personas. Una de ellas era mi madre, el “otro” si no me
equivocaba era mi hermano mayor y el otro “otro” era un gran hombre
auténticamente desconocido para mí. Según sus conversaciones, logré escuchar
que mi madre me decía que había sufrido de un colapso cerebral y que mi padre
había regresado, que estaba frente a mí. Ciertamente creía que todo era un
sueño, pero no, era mi realidad.
Finalmente, me sacaron de aquellos horribles
lugares. Mi bronca que persistía dentro de mí ya no valía la pena recordarla,
porque me propuse cobrarle valor a mi vida, con mi familia unida, en mi dulce
Villa, en mi dulce libertad...
Después de casi dos años, me vuelvo a encontrar con esta historia que escribí. Realmente me trae muchísimos recuerdos de la secundaria...
ResponderEliminarAgradezco a mi profe, por todo lo que me enseñó durante los días de clase!! Sobre todo, por haberme permitido formar parte de este espacio de encuentro...
Como ex alumna, espero que este foro siga activo por muchos años más, compartiendo flameantes producciones literarias de nuevos alumnos!!
Daniela, muchísimas gracias por tus palabras . ¡Qué lindo que nos reencontremos en este espacio!. Yo también tengo muy lindos recuerdos de tus pasos por la escuela secundaria.
EliminarUn abrazo enorme.